Los puentes flotantes se apoyan sobre flotadores y por ello no tienen el arraigo en la tierra que toda obra fija debe tener. Los flotadores pueden ser más o menos grandes para reducir su movilidad y se puede conseguir que sus movimientos sean incluso menores que los de algunos puentes fijos, pero ello no elimina ese carácter de elemento flotante sometido a los movimientos del agua; hay siempre un movimiento relativo entre el puente y los apoyos fijos de las orillas.
Los puentes flotantes consisten básicamente en un tablero apoyado sobre una serie de elementos flotantes que sirven para mantenerlo en una situación más o menos fija. Se han utilizado muchos tipos de elementos flotantes: barriles, odres, barcas, y pontones cerrados de diferentes materiales.
La mayoría de los puentes flotantes que se hicieron hasta el s. XIX se apoyaban en barcas fijas, análogas a las móviles, ancladas al lecho del río. Muchos de ellos, al estar situados en ríos navegables o en vías, debían permitir el paso de los barcos, y por ello tenían un tramo móvil; éste consistía en una serie de barcas sin anclar que se podían desplazar con su parte del tablero, dejando el puente abierto. Una vez que habían pasado los barcos, se volvían a llevar a su sitio enclavando el tablero a las barcas adyacentes fijas. Eran por tanto doblemente heteróclitos: flotantes y móviles.
El puente de Triana sobre el río Guadalquivir en Sevilla duró más de setecientos años, desde que lo construyeron los árabes en el siglo XII, hasta que se sustituyó a mediados del s, XIX por un puente metálico fijo. Se rompió en innumerables ocasiones a causa de las avenidas del río que se lo llevaban aguas abajo; una vez terminada la riada se recuperaba, se le subía por el río, y se le volvía a colocar en su lugar, arreglando las cadenas que unían las barcas y lo fijaban a las orillas.
Uno de los problemas más difíciles de resolver en los puentes flotantes es su enlace con tierra, porque la mayoría de las aguas varían de nivel; en el mar por la carrera de marea, y en los ríos por su variación de caudal. Este enlace se resuelve de diferentes maneras:
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a) Creando una zona de transición que, apoyada en tierra y en la primera barca, puede cambiar de inclinación.
b) Variando la cota de la calzada sobre los pontones.
c) Anclando mediante cables los flotadores al fondo, de forma que estos cables soporten la variación de fuerza ascendente de los flotadores al variar su altura sumergida, y los mantengan fijos.
Los puentes flotantes modernos se hacen con pontones fijos formados por cajones cerrados con formas de paralelepípedos o cilíndricas, que se fijan al fondo del agua mediante cables tensados, generalmente anclados a unos macizos apoyados en el fondo Los sistemas de anclaje de los cables al fondo es uno de los problemas tecnológicos más complejos de estos puentes, problema que es común a todas las estructuras flotantes ancladas que se construyen: túneles flotantes, plataformas petrolíferas marinas, etc. Los pontones pueden estar semi sumergidos totalmente; o sumergidos totalmente; pueden ser aislados, de forma que cada apoyo tenga su propio pontón, o se les puede dar continuidad, creando una unidad a lo largo de todo el puente; sobre este cajón continuo se pueden apoyar las pilas que soportan el tablero, o bien se puede utilizar su losa superior directamente de plataforma de la calzada
Los puentes de barcas eran de madera hasta el s. XIX; en este siglo se hicieron muchos puentes flotantes de hierro y acero, materiales que se empleaban tanto en los pontones como en el tablero.. En el s. XX se han hecho pontones de hormigón, inicialmente de hormigón armado y después de hormigón pretensado.
Recientemente se han construido varios puentes flotantes, principalmente en Estados Unidos y en los fiordos noruegos (Bergsoysund). Ello ha dado lugar a estudios de gran envergadura sobre el comportamiento dinámico de los puentes flotantes a los efectos del movimiento del agua, fundamentalmente del oleaje.
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