Todas las obras de una determinada importancia creadas hasta los finales del siglo XVIII están realizadas en albañilería de piedra, de ladrillo ó mixtas. Por ser estas estructuras muchas veces masivas, son pocos sensibles a los cambios del entorno, y sus débiles movimientos eventuales están compensados ya sea por deformaciones de los materiales que los constituyen, o por pequeños desplazamientos de los soportes.
La introducción en el siglo XIX del hierro y el acero, que son materiales resistentes a la tracción, amplió el campo de las posibilidades de los constructores de una manera considerable.
El aumento de la luz media de las obras se acompañó de un aligeramiento de las estructuras, que resultaron a la vez más esbeltas y más flexibles. Entonces debieron ser provistas en la unión con sus soportes, de sistemas simples que acomodarán los movimientos y principalmente las dilataciones o contracciones debidas a los cambios de temperatura.
Los primeros equipos que en esta época se colocan están constituidos de placas metálicas que se deslizan unas sobre otras, de rodillos, o de una combinación de los dos sistemas.
Estos equipos mejorados progresivamente por la añadidura de dispositivos de rótula que permiten también rotaciones, se utilizaron corrientemente para las obras metálicas durante más de un siglo.
En el siglo XX aparece el concreto armado; pero lo mismo que para las estructuras en albañilería, las primeras obras que usan éste material resultan demasiado masivas para que los movimientos en los apoyos sean significativos.
Al fin de la segunda guerra mundial, la necesidad de reconstruir rápidamente las obras destruidas además seguramente de la escasez de acero de construcción, favorecieron un desarrollo rápido del concreto armado y sobre todo del concreto preesforzado.
La construcción de obras más y más esbeltas necesitaba la colocación de dispositivos de apoyo que permitan los movimientos. Es así que hacen su aparición en el mercado sistemas de concepción enteramente nuevos utilizando las propiedades de deformabilidad del caucho.
El uso de este material en la Ingeniería Civil no es nuevo puesto que desde 1830 los ferrocarriles Ingleses colocaron patines amortiguadores en caucho natural entre los rieles y traviesas de las vías férreas.
Los Ferrocarriles franceses retoman la idea un siglo más tarde primero en 1932 cuando "Plots" elásticos se colocan bajo los apoyos metálicos de determinadas obras para amortiguar las vibraciones; luego en 1936 cuando el Ingeniero Valette preconiza el empleo de placas de caucho como apoyos, bajo el tablero metálico de una obra ferroviaria en la Estación San Denis cerca de París y en fin en 1948 cuando la SNCF (Societe Nationale des Chemis de Fer) decide apoyar los ríeles de algunas vías sobre "Soleras elásticas".
Es a Eugene FREYSSINET, a quien se le ocurre la idea magistral de generalizar el empleo de placas de caucho como aparatos de apoyo, asociando el metal y el elastómero en un mismo producto a fin de mejorar las perfomances.
A partir de 1952 se fabrican los primeros apoyos constituidos por hojas de elastómeros y napas en parrilla metálica de estaño por FREYSSINET INTERNACIONAL que en aquella época se llamaba STUP.
Una primera patente se registró en 1954 por Eugene FREYSSINET, pero muy pronto se evidenció que los apoyos en emparrillado (malla) son de empleo limitado por una demasiada débil resistencia a la compresión y un asentamiento demasiado importante.
Por eso desde 1956 esos apoyos se abandonaron y el emparrillado metálico es reemplazado por láminas de acero adheridas al caucho por vulcanización: (zunchos).
Habían nacido los primeros aparatos de apoyo en elastómero zunchado.
A pedido de FREYSSINET INTERNATIONAL, Francisco Conversy concibió un método de diménsionamiento que fue presentado en 1958 ante el Comité Francés de Puentes y Estructuras y que se confirmó por una serie de ensayos llevados a cabo bajo la égida de la Unión Internacional de los Ferrocarriles (U.I.C.) entre 1961 y 1965. Esta teoría sirvió de base a la mayor parte de los reglamentos nacionales.
Al mismo tiempo la industrialización del proceso de fabricación concurrió a la mejora rápida del producto que no cesó desde entonces de desarrollarse, sea gracias a la aparición de nuevas mezclas de elastómeros que permiten el uso de los apoyos en condiciones climáticas particulares, o por el empleo de zunchos en acero inoxidable para resistir la corrosión en medios agresivos, sea por la asociación de un elastómero zunchado con hojas de deslizamiento en polytetrafluoretileno (P.T.F.E.) para permitir movimientos importantes.
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